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REVISTA TEG
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¿QUÉ PASÓ AYER?

PROFUNDIZAR LA JUSTICIA SOCIAL PARA DEFENDER LA DEMOCRACIA

Adriel Camola Ballesteros

Delegado General CGI
Banco Nación
Sucursal Plaza de Mayo

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Hablar de la democracia es seguramente caer en un montón de lugares comunes y en frases redundantes. Pero el hecho concreto es que un 10 de diciembre de 1983, con la asunción del Presidente Raúl Alfonsín, se inauguró un ciclo ininterrumpido de democracia que hoy cumple 40 años y que no solo es motivo de celebración, es, también, momento de reflexión. Quizás estas líneas tuviesen otro significado de no estar fuertemente condicionadas porque, como todos sabemos, estamos en vísperas de elecciones y hay un fuerte avance de los sectores más decididos a restringir derechos populares y a arrancar de raíz muchas conquistas que tuvieron un trasfondo de lucha para ser adquiridas. La estampida de actores que prometen recortes en plena campaña electoral es, cuanto menos, preocupante para la salud de nuestra democracia.

Primero lo primero. Resulta imprescindible definir el término “democracia” (pocos conceptos han sido tan mentados). Podríamos llamar Democracia Política a aquel sistema en el que el gobernante, en cuanto autoridad, es legitimado por la voluntad popular. Luego, con sus facetas y variables, con sus inclinaciones más a la derecha o más a la izquierda, tiene que existir la soberanía del pueblo en cuanto común denominador para asegurar que estamos hablando de un sistema democrático propiamente dicho. Si el pueblo no participa del gobierno delegando el poder de ejercer la autoridad a sus gobernantes, entonces no estamos hablando de democracia. Así de sencilla es la ecuación.

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La democratización del bienestar

Ahora bien, podemos después discutir si la democracia fue suficiente o no para garantizar las necesidades básicas de la población. Que tiene deudas pendientes, eso es indudable. También es una certeza que fue el peronismo quien, bajo las reglas de juego democráticas, accedió a dar mejores condiciones de vida a los ciudadanos, mayor cantidad de derechos y una vida más digna. El sociólogo argentino Juan Carlos Torre alguna vez utilizó el concepto de “democratización del bienestar” para referirse a la gestión de Juan Domingo Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, primero, y luego en la presidencia de la Nación.

Hablar de la democratización del bienestar es hacer referencia al acceso a ciertos bienes y servicios que estaban ausentes para los sectores más marginados de la sociedad. Los trabajadores fueron los más favorecidos durante el gobierno de Perón. Observación de la jornada de ocho horas, controles sanitarios, aguinaldo, vacaciones pagas, el cumplimiento de la Ley de Maternidad, la Ley de Accidente de Trabajo, pago de horas extras y un montón de etcéteras dan crédito a eso. Es verdad que muchas de esas disposiciones nacieron a través de leyes sancionadas en primera instancia por legisladores socialistas, pero más cierto aún es que en la práctica fueron instrumentadas por Perón. Luego, como presidente, dictó para los gremios medidas fundamentales para que podamos hablar con certeza de una democracia sindical. Ya sea en lo que refiere a la formación de las Comisiones Internas en las fábricas y en los organismos de trabajo, o en la elección formal de delegados de base con la garantía de que no iba a efectuarse persecución alguna.

El respaldo oficial a la sindicalización fue una forma de contener y envalentonar a los gremios. Además, gracias a la fijación de salarios por medio de convenios colectivos, los trabajadores vieron un incremento del salario nominal y real que les permitió adquirir bienes y servicios hasta entonces inaccesibles. Misma estrategia utilizó Néstor Kirchner allá por el 2003 cuando permitió que, a través de las paritarias, los empresarios y trabajadores discutan la recomposición del salario, permitiendo a una masa de asalariados aumentar la demanda interna y así, de a poco, reconstruir el tejido social.

 

Democracia y justicia social

¿A dónde intento ir con este fugaz repaso histórico? A que no hay democracia plena sin justicia social, incluyendo en este último concepto un montón de variables que hacen al bienestar de la sociedad en su conjunto: desde la conquista y preservación de derechos en su amplísimo abanico, hasta la libertad de expresión, el acceso a la educación, las garantías constitucionales y el cumplimiento de los derechos humanos, la posibilidad de una vivienda digna, y un sinfín de cuestiones que todos sabemos. Muchas de esas consignas no se cumplen en la actualidad, y el hecho de que en los últimos años haya aumentado considerablemente la pobreza en la República Argentina nos obliga a replantearnos qué políticas hacen falta en pos de la profundización de un plan de acción que garantice la democratización del bienestar.

El problema es que la frustración generada por el incumplimiento de muchos de estos derechos, o por lo lenta que es a veces la respuesta del Estado ante una necesidad o una injusticia, nos encontramos repentinamente con la posibilidad de que, en los próximos cuatro años, tengamos un presidente que grita a los cuatro vientos que no tiene problema alguno en coartar derechos. ¿Cómo llegamos a esto? Las falencias son evidentes, el humor social se convirtió en un disparador electoral y aquellos sectores que pretenden arrebatarnos conquistas actúan como caja de resonancia del enojo y el hartazgo de un gran número de ciudadanos.

Es un cliché, pero me veo obligado a repetirlo: a la democracia hay que cuidarla, porque es el único sistema que garantiza la libertad y la justicia social. Y algo me dice que pronto nos veremos obligados a estar en la calle defendiéndola, mostrándole los dientes a aquellos que quieren socavarla. Nunca tuve tantas ganas de estar equivocado.


 

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Los 40 años de democracia son hoy no solo motivo de celebración, sino también de profunda reflexión: el avance de sectores políticos decididos a restringir derechos populares es preocupante para la salud de nuestro sistema democrático. 

No hay democracia plena sin justicia social, incluyendo en este último concepto un montón de variables que hacen al bienestar de la sociedad en su conjunto: desde la conquista y preservación de derechos en su amplísimo abanico, hasta la libertad de expresión, el acceso a la educación, las garantías constitucionales y el cumplimiento de los derechos humanos, la posibilidad de una vivienda digna, y un sinfín de cuestiones que todos sabemos.

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