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El desarrollo acelerado de innovaciones tecnológicas y su impacto en el mundo del trabajo genera entre los trabajadores una incertidumbre lógica respecto al futuro. Desde una perspectiva histórica, la tasa de difusión de la tecnología en el mundo se ha intensificado notablemente en los últimos años (ver gráfico 1)
Con frecuencia, esa incertidumbre tiende a proyectarse de manera lineal y apocalíptica: entonces imaginamos que la tecnología arrasará con millones de puestos de trabajo y lo mejor que podemos hacer es resignarnos a vivir un destino ya prefigurado. De modo que la Tecnología, con mayúscula, se transforma en una variable independiente, en un Dios autónomo cuyos designios organizan la vida y las sociedades humanas.
Las usinas de pensamiento neoliberal refuerzan esta perspectiva: si existe un horizonte de futuro único gobernado por la Tecnología, la misión de los trabajadores consistiría en adaptarse pasivamente a los cambios en marcha. Derechos conquistados como los convenios colectivos o la propia existencia de sindicatos son considerados parte de un pasado arcaico: para lograr el progreso en un mundo cambiante, nos dicen, es imprescindible desregular y flexibilizar al máximo las condiciones de trabajo, naturalizar la pauperización laboral y acostumbrarse a la incertidumbre.
¿Es posible pensar, en el marco del acelerado proceso de desarrollo tecnológico que transitamos, otro destino para el conjunto de los trabajadores, que no sea decidir entre la precarización o la exclusión del mercado de trabajo? ¿Por qué la generación de más riqueza gracias a la innovación tecnológica debería ser motivo de preocupación entre nosotros?
Si la tecnología hace más eficientes los procesos e incrementa la productividad del trabajo, ¿por qué no pensar en una apropiación colectiva de esos beneficios que mejore la calidad de vida del conjunto?
Los principales organismos internacionales que estudian esta problemática (incluso los que, como el Banco Mundial, proponen soluciones compatibles con programas de corte neoliberal contrarios a los intereses de las mayorías populares) coinciden en dos cuestiones fundamentales: en primer lugar, relativizan los pronósticos terminantes sobre el impacto negativo de la tecnología en los niveles de empleo, y en segundo lugar proponen adoptar políticas centradas en el desarrollo y el bienestar de las personas. En otras palabras, el gran desafío es invertir la lógica, poniendo los avances tecnológicos y el incremento de la productividad que generan al servicio de mejorar la calidad de vida y el desarrollo de los seres humanos. Dos claves fundamentales en este sentido son la mejora de los programas de protección social de los trabajadores y la capacitación permanente a cargo de las empresas.
El acelerado avance de la tecnología transcurre en un mundo muy desigual, donde “millones de personas tienen un empleo informal y 300 millones de trabajadores viven en condiciones de extrema pobreza. Millones de hombres, mujeres y niños son víctimas de la esclavitud moderna (…) El crecimiento de los salarios no ha seguido el mismo ritmo que el crecimiento de la productividad y (…) la brecha entre los ricos y todos los demás se está ensanchando”[i].
En medio de las aberraciones que genera el capitalismo financiero, el desarrollo tecnológico tiende a eliminar los puestos de trabajo más fácilmente automatizables y al mismo tiempo crea nuevos empleos, contribuyendo a mejorar los procesos productivos y la prestación de servicios.
En este sentido, las estimaciones sobre la cantidad de empleos que se perderán por la automatización de las tareas son tan amplias y diversas que sólo sirven para aumentar el nivel de incertidumbre, por lo que carece de sentido centrar el análisis en esos pronósticos (ver gráfico 2).


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En el mismo sentido, un informe reciente del Banco Mundial plantea que “es imposible asignar una cifra al nivel de pérdida de empleos que se producirá en general. Incluso los economistas de mayor renombre han tenido poco éxito en este sentido”[ii]. Si se toman en cuenta los estudios sobre porcentaje de empleos con riesgo de automatización según cada país, aun usando como ejemplos países con realidades muy desiguales, las predicciones son igual de amplias y difusas (ver gráfico 3 en la página siguiente).
Más interesante resulta analizar, en primer lugar, cuáles son las transformaciones que la incorporación masiva de tecnología genera en el trabajo, es decir, el modo en que cambian las habilidades que se demandan. En segundo lugar, cuáles son las necesidades que esto plantea en términos de la capacitación permanente de los trabajadores por parte de las empresas y el fortalecimiento de las instituciones que protegen los derechos laborales. En tercer lugar proponemos una breve reflexión sobre el sistema financiero y el tipo de impacto de la tecnología sobre el empleo en función del contexto donde esa innovación se produce.
“MILLONES DE PERSONAS TIENEN UN EMPLEO INFORMAL Y 300 MILLONES DE TRABAJADORES VIVEN EN CONDICIONES DE EXTREMA POBREZA”

Más tecnología, nuevas demandas y…
En términos generales la incorporación masiva de tecnología tiende, progresivamente, a reemplazar funciones y tareas que son más fácilmente automatizables. A mediano y largo plazo, esto implica un aumento de la demanda de habilidades cognitivas algo más sofisticadas como la capacidad de operar con sistemas automáticos, resolver problemas complejos o competencias como la coordinación y el trabajo en equipo, que no pueden reemplazarse por máquinas. La velocidad de introducción de esos cambios y el modo en que se amalgaman depende de múltiples factores (ver apartado sobre el sistema financiero). Según datos del Banco Mundial, “desde 2001 la proporción del empleo en ocupaciones que requieren muchas habilidades cognitivas y socioconductuales no rutinarias se ha incrementado del 19 % al 23 % en las economías emergentes, y del 33 % al 41 % en las economías avanzadas”[iii].
... Nuevas necesidades
En este contexto, los citados informes académicos y de organismos internacionales sobre la cuestión coinciden en señalar que es indispensable la puesta en marcha de políticas públicas que pongan en el centro de las preocupaciones a las trabajadoras y los trabajadores. En esa perspectiva, la OIT propone un programa de acción con 3 ejes centrales: el aumento de la inversión en las capacidades de las personas (a través del aprendizaje y la capacitación permanente y sostenida especialmente en los períodos de transiciones); el aumento de la inversión en trabajo decente y sostenible (a través de la creación de empleos formales) y el aumento de la inversión en las instituciones del trabajo.[iv] Sobre este último punto, el organismo subraya que “la reglamentación y los contratos de trabajo hasta los convenios colectivos y los sistemas de la inspección del trabajo, son las piedras angulares de las sociedades justas”, por lo que resulta imprescindible “garantizar la representación colectiva de los trabajadores y los empleadores (…) Las organizaciones de trabajadores y de empleadores deben robustecer su legitimidad representativa a través de técnicas de organización innovadoras (…) Asimismo, deben recurrir a su poder de convocatoria para poder traer diversos intereses en torno a la mesa de negociación”. Nos permitimos una cita algo extensa porque se explica con claridad la importancia fundamental de fortalecer la organización gremial de cara a los desafíos que plantea el futuro del trabajo.
ESO QUE LLAMAN AMOR
ES TRABAJO NO PAGO.
Una breve reflexión sobre la tecnología en el sistema financiero
Un estudio comparado sobre innovaciones tecnológicas en el sector bancario de Brasil, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Argentina, realizado por el Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo de la UNSAM, afirma que el diferente impacto sobre el empleo que provoca el cambio tecnológico está vinculado a 3 factores centrales: 1) el modelo de relaciones laborales vigentes, 2) el modelo de representación sindical vigente y 3) el marco regulatorio y normativo del sector[v].
En línea con el planteo de la OIT, en el caso del sector bancario se verifica que “en los países con instituciones laborales fuertes y con un ámbito de diálogo social consolidado, la implementación de los cambios tecnológicos ha sido gestionada y regulada con el objetivo de brindar condiciones para que los trabajadores se adapten al nuevo paradigma, evitando un impacto significativo en los niveles de empleo y en las condiciones laborales”[vi].
El análisis es concluyente al plantear que “el factor determinante del impacto efectivo de este nuevo escenario en la estructura laboral del sector es la decisión y la capacidad de los actores involucrados para mejorar la efectividad y la eficiencia sectoriales sin afectar la cantidad de trabajadores ni la calidad de sus puestos de trabajo”[vii].
A tono con estas preocupaciones, la Comisión de Tecnología del XLVI Congreso de la Asociación Bancaria, celebrado en junio de 2019, emitió un despacho que exige “a las cámaras empresarias y al BCRA la garantía y el resguardo de los puestos de trabajo de todos los bancarios y la reconversión laboral con capacitación dado el avance tecnológico”[viii]. También se plantea la necesidad de reducción de la jornada laboral y el encuadramiento bajo el Convenio Colectivo de la actividad de todos los trabajadores que prestan servicios financieros en el país.
El futuro llegó hace rato pero, lejos de estar escrito de una vez y para siempre, es el resultado de la compleja interacción entre actores sociales con intereses económicos y políticos diversos, muchas veces contrapuestos. Por lo mismo, la tecnología no es una variable autónoma y el impacto de su acelerado desarrollo en la calidad de vida de los seres humanos depende de las negociaciones, los acuerdos y los conflictos que puedan suscitarse entre gobiernos, empresas, sindicatos y organismos internacionales. Cuanto más fuerte sea la representación de los intereses de la clase trabajadora en estos debates, mayor será la posibilidad de conducir el proceso hacia un escenario en el que se garanticen los derechos de los trabajadores y se conquisten nuevos con el horizonte de construir una sociedad más justa e inclusiva.
“¿POR QUÉ NO PENSAR EN UNA APROPIACIÓN COLECTIVA DE ESOS BENEFICIOS QUE MEJORE LA CALIDAD DE VIDA DEL CONJUNTO?”
“RESULTA IMPRESCINDIBLE GARANTIZAR LA REPRESENTACIÓN COLECTIVA DE LOS TRABAJADORES Y LOS EMPLEADORES”




